La poetisa matancera Georgina Herrera Cárdenas recibió el 6 de agosto la Distinción Honorífica de la Cátedra Nelson Mandela, máximo galardón que otorga este colectivo, a personalidades e instituciones que con su obra han contribuido a la lucha contra el racismo.
El encuentro, en la vivienda de la escritora, sirvió de homenaje a las contribuciones de Herrera a la poesía afrodescendiente, a la literatura cubana e internacional inspirada en nuestra espiritualidad ancestral.
Esta sencilla pero sentida ceremonia, con apego a las regulaciones sanitarias establecidas para contener la transmisión de la COVID-19, contó con la presencia de las doctoras en Ciencias Rosa Campoalegre Septien, coordinadora general de la Cátedra Nelson Mandela y Geydis Elena Fundora, coordinadora de la cátedra en la región occidental.

Georgina Herrera, quien comenzó a publicar a los 16 años, ha dedicado parte de su obra a la temática feminista y ha participado en diferentes eventos nacionales e internacionales en los que ha abordado este enfoque, poniendo énfasis en las mujeres negras, sobre las que investiga permanentemente.
Integrante de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, su poesía ha sido traducida a varios idiomas, incluida en antología y se estudia en universidades de Inglaterra, Estados Unidos y Canadá.
Según dio a conocer la coordinadora general de la cátedra, en octubre venidero, Herrera dictará un taller sobre poesía negra.
El pasado 31 de julio, la Cátedra de Estudios sobre Afrodescendencia Nelson Mandela, perteneciente al Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), entregó por primera vez y de manera virtual, su distinción honorífica a cuatro personalidades cubanas, por sus destacados aportes a la lucha contra el racismo y la defensa y promoción del legado afrodescendiente.
Entonces, se informó que en el marco de la jornada De Mandela a Durban, serían homenajeadas la escritora, poeta y guionista de radio matancera Georgina Herrera Cárdenas, autora de obras dedicadas al tema femenino y afrocubano; y la actriz y dramaturga santiaguera, Premio Nacional de Teatro 2017, Fátima Patterson Patterson, quien es además fundadora de la Articulación Regional Afrodescendiente y directora del Estudio Teatral Macubá.
También serán reconocidos la historiadora Premio Juglar por la Obra de Toda la Vida y directora del Centro Cultural Africano Fernando Ortiz, de Santiago de Cuba, doctora en Ciencias Marta Cordiés Jackson y el combatiente internacionalista y del Ejército Rebelde Víctor Emilio Dreke Cruz, protagonista del movimiento revolucionario en Cuba, y uno de los jefes en la lucha contra las bandas contrarrevolucionarias en la sierra del Escambray, en los años sesenta de la pasada centuria.
En las ceremonias de entrega, se reconoce igualmente el apoyo que realizaron 42 de sus miembros de las diferentes regiones del país en la compra de nasobucos artesanales, destinados a centros hospitalarios y personas necesitadas en la provincia de Matanzas, como parte de la lucha que se libra en la nación contra la COVID-19.
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Soy matancera, afroasiaticohispanoaborigen descendiente. Utilizo este término con toda la ironía que encierra. Realmente esa es mi mezcla. Pero siempre me molestó el término de afronte americano utilizado en Estados Unidos y para mi disgusto estoy viendo que aquí vamos X el mismo camino. Considero que sencillamente somos cubanos independiente mente de nuestra mezcla. Para luchar X la igualdad no hay que darse otro nombre. Lo que hay es que eliminar las causas socio económicas que dieron lugar a ello.
Georgina Herrera merece todo nuestro reconocimiento. Lo decisivo es reconocer su vida y obra, sus contribuciones a la Patria. No obstante, en torno al debate de si es afrocubana o no, si es pertinente emplear ese término o no. Me permito respetuosamente aportar al menos cinco razones, que expresan cuánto, cómo y por qué se ha utilizado la palabra afrocubana/o : 1.Georgina Herrera, es fundadora del proyecto Afrocubanas, junto a Daisy Rubiera e Inés María Martiatu, todas ellas son intelectuales revolucionarias de talla mayor. Ellas se sienten así, Afrocubanas. Esa es la imagen que desean proyectar. El artículo 48 de nuestra Constitución Socialista protege ese derecho. 2.La Editorial Ciencias Sociales (2011) publicó en dos tomo el libro “Afrocubanas. Historia, Pensamiento y Prácticas Culturales. Cabría preguntarse: ¿Quién tiene el derecho a decidir cómo nombrar a estas personas, acaso ellas no pueden decidir eso? Ese sugerente título: ¿Llama a la desunión o expresa en algún momento que todos no somos cubanos? 3. Desde 1902 Don Fernando Ortiz introduce el término AFRO en todo el debate cultural, académico y político. Muchas personalidades han continuado esta senda. Cito aquí solo una de ellas, me refiero a la prestigiosa profesora Dra. Lázara Menendez con su valiosa colección de textos pensamiento afrocubano, referente en Cuba y el Mundo. Esta es una bibliografía básica para varias carreras universitarias . Entonces, ¿ Debemos cambiar el título a esa “Joya académica, porque afecta la unidad de los cubanos? 4. Finalmente, en la Conferencia Mundial sobre el Racismo, la Xenofobia y otras formas conexas de opresión, celebrada en Durban (2001), que genera el más potente programa de acción en este campo, hoy incumplido internacionalmente, emerge el consenso mundial acerca del término afrodescendiente. En este sentido, se logra un giro epistémico de incidencia política. La afrodescendencias como sujeto político de deberes y derechos a escala internacional. A escala nacional el consenso es usar el término afro incorporando el país, es decir afrocubano. 5.Vivimos desde el 2015 el Decenio internacional de los pueblos afrodescendiente. Recientemente Naciones Unidas aprobó el foro permanente afrodescendiente, como respuesta a las demandas del movimiento afro a escala internacional. Vean que en la agenda antirracista el término en cuestión es clave. De verás nos sentimos orgullosamente afrocubana/o/e, cubanísimas en y con Revolución. Somos fieles al legado de "Palabras a los intelectuales"
Bravo, querida! Admiramos a la Herrera! Tu trabajo se ha compartido bastante en las redes.
¿Afrocubana o afrodescendiente? Desde el pasado 7 de agosto circulan en la página de Facebook del periódico Tribuna de la Habana varios comentarios relacionados con el artículo publicado por la periodista Raquel Sierra, "Recibe poetisa cubana distinción honorífica Cátedra Mandela", texto que ha generado posturas encontradas, entre los halagos por tan reconocida distinción y quienes cuestionan los términos afrodescendientes, afrocubanas, se preguntan si la poetisa merece la realización de un artículo por el simple hecho de identificarse como afrocubana e inclusive lo toman como excusa para cuestionar que atenta contra la unidad. Más que un debate entre los que están a favor o en desacuerdo con el texto, y las construcciones que se suscitan el espacio, merece resaltar otros tópicos a los que hace alusión la autora en este marco, donde no sólo reconoce el mérito a la obra de toda una vida sino que se expone y explica por qué un colectivo de cubanos, con un sentido político, de apoyo total a la revolución, agrupados en la Cátedra de estudios sobre Afrodescendencias Nelson Mandela, reconocen por primera vez el quehacer de cuatro cubanos, cuyas obras a lo largo de la vida han estado distinguidas entre otras cuestiones por la lucha por la unidad desde el combate contra las manifestaciones de racismo y discriminación racial. Cuestión aún no resuelta en el país y en la cual se trabaja hoy con más fuerza desde el programa del gobierno con la dirección directa de nuestro presidente. Georgina Herrera Cárdenas es una escritora matancera en cuya obra se evidencia la presencia de la raíz y del legado africano. Es fundadora del proyecto Afrocubanas, junto a Daisy Rubiera e Inés María Martiatu, intelectuales revolucionarias todas de talla mayor, con un reconocimiento nacional e internacional, y autoras del libro “Afrocubanas. Historia, Pensamiento y Prácticas Culturales, publicado en dos tomos por la Editorial Ciencias Sociales, en el 2011, texto de obligada consulta para quienes no conocen la historia de destacadas féminas cubanas que se autoidentifican como afrocubanas y sus quehaceres están a favor de la unidad del país. Afrocubana, afrodescendiente, son términos o categorías no sólo asociados a la raíz nativa de nacer o no en África, se consideran además un posicionamiento político en la lucha contra el racismo y la discriminación racial. En Cuba se emplea lo Afro, desde el acumulado epistémico de intelectuales de la talla de Fernando Ortíz, Lydia Cabrera y Rómulo Lachatañere. También se articula en la idea del término “latinoafricano” enunciada por Fidel en 1976, así como el concepto de Afroamérica de nuestra insigne poetisa Nancy Morejón. Basta sólo adentrarse en las construcciones teóricas que giran en torno al tema dentro y fuera del país para vivenciar el empleo de estos, en los marcos académicos e investigativos. Así como releer la Constitución de la República de Cuba, refrendada el pasado 2019, y el Código Penal donde en varios de sus artículos hacen a alusión a los temas asociados con la identidad y la discriminación. El 1ro de septiembre de 2001, en Durban, Nuestro invicto Comandante en Jefe Fidel Castro comenzaba su intervención diciendo: "El racismo, la discriminación racial y la xenofobia constituyen un fenómeno social, cultural y político, no un instinto natural de los seres humanos; son hijos directos de las guerras, las conquistas militares, la esclavización y la explotación individual o colectiva de los más débiles por los más poderosos a lo largo de la historia de las sociedades humanas". El caso cubano no ha estado exento a esta realidad. La Revolución no creó el racismo, pero si en ella sobreviven muchas formas de racismo, como formas de dominación/opresión asociadas no sólo al color de la piel, como el epistémico, ese que anida en el mundo académico como un sistema de pensamiento histórico, subalterniza, inferioriza, oculta e invisibiliza otros conocimientos y saberes; el sistémico y también el mediático. Y si no lo hemos erradicado por completo, es porque tiene muchas causas, por eso desde las ciencias, y con las investigaciones demostramos que hay que seguir trabajando por acabar con ese flagelo social y cultural engendrado desde la colonia y fertizado en el capitalismo que Cuba sufrió casi 60 años, con la voluntad política para hacer y con acciones para proponer y seguir haciendo conciencia. Resaltar la labor de cubanos que desde la humildad y con su hacer cotidiano, por amor a su país, a sus principios y a su Revolución, aportan su granito a la obra que hemos construido es responder a la máxima martiana de Honrar, honra. Engrandezcamos como cubanos por nuestro hacer como pueblo, nuestra solidaridad, y no busquemos empañar la obra de quienes visibilizan lo que hacemos hoy por la unidad de todos. Como dijo Fidel en Durban, "estamos ante una gran crisis económica, social y política de carácter global. Hagamos conciencia de estas realidades". Grupo de Comunicación Cátedra Nelson Mandela Título: Ser afrocubano: ¿(anti)tesis de un debate cubano sobre prefijos o sobre origen? Autor: Maikel Pons Giralt. A principios de este mes de agosto se le hizo un homenaje a la poeta afrocubana Georgina Herrera por parte de la Cátedra de Afrodescendencias Nelson Mandela, perteneciente al Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas de La Habana y miembro de la Red CLACSO. El homenaje fue cubierto por el medio de prensa habanero Tribuna y salió publicada una noticia con el título "Recibe poetisa afrocubana distinción honorífica Cátedra Mandela" que fue reproducido en el perfil de facebook de dicho periódico. Como se puede todavía leer en este post la utilización del término afrocubana generó disgusto y sorpresa en algunas personas. Una internauta que se identifica como María Polo Vega, periodista y escritora de la Uneac, expone: “(…) ¿desde cuándo se emplea en Cuba el término de afrocubanos? (…) Copiemos lo que enaltezca nunca lo que nos denigre”. Para JLMedina “Esta sencilla deferencia expresa la misma dosis de racismo que se finge ocultar”; en esa lógica Teresa Delgado, redactora asistente del (ex) Icrt, decía tajante que: “Para nada me gusta y lo rechazo, ese término de afrocubanos, todos somos cubanos.” Dejo aquí solo esta pequeña muestra. También se pueden encontrar los argumentos certeros que fueron manejados en vindicación de este término, con el cual la propia Georgina Herrera se reconoce orgullosamente. La periodista Raquel Sierra, autora de la nota, defendió que: “Además de que sentirse afrocubano es un posicionamiento político en la lucha contra del racismo y la discriminación, la Constitución del 2019 lo refrenda Art. 48: Todas las personas tienen derecho a que se les respete su intimidad personal y familiar, su propia imagen y voz, su honor e identidad personal.” En nombre de la Cátedra Nelson Mandela la activista Cimarrona Durban dejó su sentir en una nota fundamentada política y epistémicamente que concluía afirmando: “(…) me siento orgullosamente afrocubana, cubanísima y mujer negra. Desde la Cátedra Mandela estamos y estaremos con la Revolución siempre, construyendo futuros afrodiaspóricos (…)”. Hasta aquí hubo un intento de debate, digo intento porque luego de los argumentos esgrimidos reivindicando el término de afrocubana, ninguna de las personas incomodadas respondió, y sabemos que un debate es la disposición de dos o más partes para intercambiar sobre un tema determinado. No hubo pronunciamientos oficiales del medio, ni tampoco intercambios posteriores con las personas implicadas en el homenaje y con la misma Georgina Herrera en ánimo de aclarar, y aquí yo diría como mis hermanas brasileñas, oscurecer un poco los términos blanqueados y colonizadores. Sin embargo, pasados los días nos deparamos en que Tribuna de La Habana suprimió/censuró el término afrocubana de la nota publicada, y lo que fue un bullicio digital sirvió para ejercer lo que también parece ser el poder de decirnos/decirte cómo debemos identificarnos. Y es que el racismo institucional y estructural no precisa tener razón, basta con echar a andar el andamiaje herrumbroso y enquistado de sus prácticas de poder hegemónicas. De esa forma cavernaria un medio de prensa de carácter provincial impone su línea editorial en la cual parece que no cabe que la gente se identifique de la forma que desee. De paso le hacen muy poco favor a una postura coherente con la importancia política que implica el término afrodescendiente en la lucha contra el racismo, reivindicado en la Declaración Final de la Conferencia de Durban en 2001, donde Fidel Castro representó oficialmente al Estado cubano. Lo que sigue de este texto pudiéramos dedicarlo a contrapuntear con esta actitud de Tribuna de La Habana, que tampoco asumen desde un debate público y abierto en sus tribunas, por lo cual prefiero dedicarme a profundizar en una interpelación educativa y fructífera, cosa que a Tribuna como medio público también le corresponderá hacer en algún momento, que no es censurando como se educa revolucionariamente. Esta discusión entre la pertinencia y/o la oposición entre los términos de Cubano vs. Afrocubano que por momentos se torna dicotómica, no es una discusión menor, aunque se intente en algunos lobbys intelectuales cubanos dejarla como marginal y periférica. Y es que precisamente lo afro-negro, lo afrocubano, lo cubano negro tienen una derivación socio-histórico-ontológico-intelectual carimbada por lo marginal y lo periférico, desde este lugar complejo de reconocimiento me posiciono, miro profundo y contesto. En política lo más importante es lo que no se ve, por eso es vital entender qué corpus de pensamiento engendra una decisión, que no es aislada, de este medio de prensa cubano. Advierto que este texto no agotará todo lo que debemos conversar juntos sobre estos temas, por eso tendremos que regresar una y otra vez; ciencia, conciencia, paciencia, diría Ortiz. Para ello deseo interpelar las que creo principales (anti)tesis que recorren y conflictúan el espectro intelectual cubano en esa negación que lleva a un vía crucis la utilización contemporánea del término afrocubana/o, cuando se plantea que: 1-La utilización del término afrocubano socava el concepto de la cubanidad en su concepción ortiziana más integradora. 2-Es una estrategia discursiva que copia reivindicaciones del movimiento afroamericano en EE.UU, y que asumen movimientos de activismo intelectual y artístico contrapuestos al gobierno cubano con el propósito de dividir a blancos y negros. Una primera mirada a esas dos (anti)tesis revela contradicciones ya observadas en la historia de una Isla que se repite, “(…) ¿qué se repite? Tropismos, series de tropismos, movimientos en una dirección aproximada (…)”, siguiendo a Benítez Rojo. Son dos ideas que como fantasmas desdibujan el Estado/Nación cubano donde el elemento negro/africano y el peligro de una intervención/anexión extranjera dan cuerpo-sustancia, tensionan la identidad nacional, avanzan y retroceden. Desde el imaginario y la teoría más lineal en defensa de una cubanidad libre de prefijos (afro) Cuba como identidad se reduce a un Etnos-Nación. Esta línea teórica predominante en la academia, los informes gubernamentales y la educación cubana, valoriza los diferentes componentes étnicos que integran esa nación pero como ingredientes fundidos en un ajiaco ortiziano ya listo para degustar. Desde esta perspectiva la raza es un término ya superado y la etnia cubana amalgamada es una sola, por lo cual autoidentificarse como afrocubana/o o negra/o podría ser retórico y sinsentido. Se asume como el sumus de la interpretación que hace Ortiz de la conformación nacional y al propio tiempo se aleja de él de forma antidialéctica porque para el sabio cubano: “(…) la cubanidad no está solamente en el resultado sino también en el mismo proceso complejo de su formación, desintegrativo e integrativo, en los elementos sustanciales entrados en su acción, en el ambiente en que se opera y en las vicisitudes de su transcurso. Lo característico de Cuba es que, siendo ajiaco, su pueblo no es un guiso hecho, sino una constante cocedura. (…)” (p. 16) En una lógica ortiziana de contrapunteo diaspórico y transcultural la cubanidad no es guiso hecho. Y aquí hay una respuesta medular a ese intento extremista y falaz de encadenar las identidades, ese infantilismo etnocentrista e infértil de pensarlo todo en la categoría CUBANO, para que la diferencia y el diferente (lo afro, lo negro, lo gay, lo trans, el otro/a) no corrompa un ideal de cultura hegemónica, donde la gente se debe reconocer y Ser como el otro…el otro Próspero, quizás Ariel, nunca Calibán. Quien hasta aquí ha leído debe imaginar porque insisto en contrapuntear con esta idea, y es porque ella lleva implícita la negación de otras formas de ver y de verse como parte de la Nación, por lo cual ser excluidos/as las afrocubanas/os o cualquier otro/a diferente resulta un ejercicio fácil y eso para mi entraña el verdadero peligro de escisión y desunión para una nación cubana inclusiva y antidiscriminatoria. Por otra parte, el vocablo identitario afrocubana/o tiene una larga data en el imaginario cubano, autores como Tomás Fernández Robaina y Zuleica Romay así lo demuestran. Está presente de forma profusa en la obra de Ortiz, quien lo vulgarizó al escribir Los negros brujos… y lo vindicó sabiamente al impulsar luego la Sociedad de Estudios Afrocubanos. La lista de cubanas/os orgullosamente también afrocubanas/os se hace interminable con Rómulo Lachatañeré, Lydia Cabrera, Natalia Bolívar, Rine Leal, Inés María Martiatu, Daysi Rubiera, Georgina Herrera y tantas y tantos más. Para todas ellas/os no hay origen espurio y extranjerizo en el término de afrocubana/o, aún cuando no puede existir temor y sí un compromiso político mayúsculo en reconocer que las luchas diaspóricas antirracistas de los afrodescendientes se articulan. Dudar de la capacidad de afrocubanas/os, negras/os para tomar las mejores decisiones por el bienestar de su patria también ha sido una idea repitente del nacionalismo blanco cubano. Ellos/as los confundidos no verán el peligro extranjero venir, hay que advertirles, remember 1912 y la Masacre de los Independientes de Color. No obstante, como en el siglo XIX y XX, el peligro extranjero -blanco- sigue siendo relativo, y en ocasiones visto como un mal menor a lo afro-cubano. Quizás por eso hoy no sea motivo de debate convertirte/nombrarte cubano-americano, hispano-cubano, chino-cubano, o cualquier gentilicio blanco-cubano. ¿Será que la amenaza del prefijo a la cubanidad nadie la ve en la inversión o la remesa? ¿será por eso que a nadie le interesa descubrir su familiar afro? -¿para qué? Es un sinsentido-. Entonces deba reconocer que en este debate las (anti)tesis de fondo sigan siendo de origen socio-racial y económico y no exactamente de prefijos. Título: Ser afrocubano: ¿(anti)tesis de un debate cubano sobre prefijos o sobre origen? Autor: Maikel Pons Giralt. A principios de este mes de agosto se le hizo un homenaje a la poeta afrocubana Georgina Herrera por parte de la Cátedra de Afrodescendencias Nelson Mandela, perteneciente al Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas de La Habana y miembro de la Red CLACSO. El homenaje fue cubierto por el medio de prensa habanero Tribuna y salió publicada una noticia con el título "Recibe poetisa afrocubana distinción honorífica Cátedra Mandela" que fue reproducido en el perfil de facebook de dicho periódico. Como se puede todavía leer en este post la utilización del término afrocubana generó disgusto y sorpresa en algunas personas. Una internauta que se identifica como María Polo Vega, periodista y escritora de la Uneac, expone: “(…) ¿desde cuándo se emplea en Cuba el término de afrocubanos? (…) Copiemos lo que enaltezca nunca lo que nos denigre”. Para JLMedina “Esta sencilla deferencia expresa la misma dosis de racismo que se finge ocultar”; en esa lógica Teresa Delgado, redactora asistente del (ex) Icrt, decía tajante que: “Para nada me gusta y lo rechazo, ese término de afrocubanos, todos somos cubanos.” Dejo aquí solo esta pequeña muestra. También se pueden encontrar los argumentos certeros que fueron manejados en vindicación de este término, con el cual la propia Georgina Herrera se reconoce orgullosamente. La periodista Raquel Sierra, autora de la nota, defendió que: “Además de que sentirse afrocubano es un posicionamiento político en la lucha contra del racismo y la discriminación, la Constitución del 2019 lo refrenda Art. 48: Todas las personas tienen derecho a que se les respete su intimidad personal y familiar, su propia imagen y voz, su honor e identidad personal.” En nombre de la Cátedra Nelson Mandela la activista Cimarrona Durban dejó su sentir en una nota fundamentada política y epistémicamente que concluía afirmando: “(…) me siento orgullosamente afrocubana, cubanísima y mujer negra. Desde la Cátedra Mandela estamos y estaremos con la Revolución siempre, construyendo futuros afrodiaspóricos (…)”. Hasta aquí hubo un intento de debate, digo intento porque luego de los argumentos esgrimidos reivindicando el término de afrocubana, ninguna de las personas incomodadas respondió, y sabemos que un debate es la disposición de dos o más partes para intercambiar sobre un tema determinado. No hubo pronunciamientos oficiales del medio, ni tampoco intercambios posteriores con las personas implicadas en el homenaje y con la misma Georgina Herrera en ánimo de aclarar, y aquí yo diría como mis hermanas brasileñas, oscurecer un poco los términos blanqueados y colonizadores. Sin embargo, pasados los días nos deparamos en que Tribuna de La Habana suprimió/censuró el término afrocubana de la nota publicada, y lo que fue un bullicio digital sirvió para ejercer lo que también parece ser el poder de decirnos/decirte cómo debemos identificarnos. Y es que el racismo institucional y estructural no precisa tener razón, basta con echar a andar el andamiaje herrumbroso y enquistado de sus prácticas de poder hegemónicas. De esa forma cavernaria un medio de prensa de carácter provincial impone su línea editorial en la cual parece que no cabe que la gente se identifique de la forma que desee. De paso le hacen muy poco favor a una postura coherente con la importancia política que implica el término afrodescendiente en la lucha contra el racismo, reivindicado en la Declaración Final de la Conferencia de Durban en 2001, donde Fidel Castro representó oficialmente al Estado cubano. Lo que sigue de este texto pudiéramos dedicarlo a contrapuntear con esta actitud de Tribuna de La Habana, que tampoco asumen desde un debate público y abierto en sus tribunas, por lo cual prefiero dedicarme a profundizar en una interpelación educativa y fructífera, cosa que a Tribuna como medio público también le corresponderá hacer en algún momento, que no es censurando como se educa revolucionariamente. Esta discusión entre la pertinencia y/o la oposición entre los términos de Cubano vs. Afrocubano que por momentos se torna dicotómica, no es una discusión menor, aunque se intente en algunos lobbys intelectuales cubanos dejarla como marginal y periférica. Y es que precisamente lo afro-negro, lo afrocubano, lo cubano negro tienen una derivación socio-histórico-ontológico-intelectual carimbada por lo marginal y lo periférico, desde este lugar complejo de reconocimiento me posiciono, miro profundo y contesto. En política lo más importante es lo que no se ve, por eso es vital entender qué corpus de pensamiento engendra una decisión, que no es aislada, de este medio de prensa cubano. Advierto que este texto no agotará todo lo que debemos conversar juntos sobre estos temas, por eso tendremos que regresar una y otra vez; ciencia, conciencia, paciencia, diría Ortiz. Para ello deseo interpelar las que creo principales (anti)tesis que recorren y conflictúan el espectro intelectual cubano en esa negación que lleva a un vía crucis la utilización contemporánea del término afrocubana/o, cuando se plantea que: 1-La utilización del término afrocubano socava el concepto de la cubanidad en su concepción ortiziana más integradora. 2-Es una estrategia discursiva que copia reivindicaciones del movimiento afroamericano en EE.UU, y que asumen movimientos de activismo intelectual y artístico contrapuestos al gobierno cubano con el propósito de dividir a blancos y negros. Una primera mirada a esas dos (anti)tesis revela contradicciones ya observadas en la historia de una Isla que se repite, “(…) ¿qué se repite? Tropismos, series de tropismos, movimientos en una dirección aproximada (…)”, siguiendo a Benítez Rojo. Son dos ideas que como fantasmas desdibujan el Estado/Nación cubano donde el elemento negro/africano y el peligro de una intervención/anexión extranjera dan cuerpo-sustancia, tensionan la identidad nacional, avanzan y retroceden. Desde el imaginario y la teoría más lineal en defensa de una cubanidad libre de prefijos (afro) Cuba como identidad se reduce a un Etnos-Nación. Esta línea teórica predominante en la academia, los informes gubernamentales y la educación cubana, valoriza los diferentes componentes étnicos que integran esa nación pero como ingredientes fundidos en un ajiaco ortiziano ya listo para degustar. Desde esta perspectiva la raza es un término ya superado y la etnia cubana amalgamada es una sola, por lo cual autoidentificarse como afrocubana/o o negra/o podría ser retórico y sinsentido. Se asume como el sumus de la interpretación que hace Ortiz de la conformación nacional y al propio tiempo se aleja de él de forma antidialéctica porque para el sabio cubano: “(…) la cubanidad no está solamente en el resultado sino también en el mismo proceso complejo de su formación, desintegrativo e integrativo, en los elementos sustanciales entrados en su acción, en el ambiente en que se opera y en las vicisitudes de su transcurso. Lo característico de Cuba es que, siendo ajiaco, su pueblo no es un guiso hecho, sino una constante cocedura. (…)” (p. 16) En una lógica ortiziana de contrapunteo diaspórico y transcultural la cubanidad no es guiso hecho. Y aquí hay una respuesta medular a ese intento extremista y falaz de encadenar las identidades, ese infantilismo etnocentrista e infértil de pensarlo todo en la categoría CUBANO, para que la diferencia y el diferente (lo afro, lo negro, lo gay, lo trans, el otro/a) no corrompa un ideal de cultura hegemónica, donde la gente se debe reconocer y Ser como el otro…el otro Próspero, quizás Ariel, nunca Calibán. Quien hasta aquí ha leído debe imaginar porque insisto en contrapuntear con esta idea, y es porque ella lleva implícita la negación de otras formas de ver y de verse como parte de la Nación, por lo cual ser excluidos/as las afrocubanas/os o cualquier otro/a diferente resulta un ejercicio fácil y eso para mi entraña el verdadero peligro de escisión y desunión para una nación cubana inclusiva y antidiscriminatoria. Por otra parte, el vocablo identitario afrocubana/o tiene una larga data en el imaginario cubano, autores como Tomás Fernández Robaina y Zuleica Romay así lo demuestran. Está presente de forma profusa en la obra de Ortiz, quien lo vulgarizó al escribir Los negros brujos… y lo vindicó sabiamente al impulsar luego la Sociedad de Estudios Afrocubanos. La lista de cubanas/os orgullosamente también afrocubanas/os se hace interminable con Rómulo Lachatañeré, Lydia Cabrera, Natalia Bolívar, Rine Leal, Inés María Martiatu, Daysi Rubiera, Georgina Herrera y tantas y tantos más. Para todas ellas/os no hay origen espurio y extranjerizo en el término de afrocubana/o, aún cuando no puede existir temor y sí un compromiso político mayúsculo en reconocer que las luchas diaspóricas antirracistas de los afrodescendientes se articulan. Dudar de la capacidad de afrocubanas/os, negras/os para tomar las mejores decisiones por el bienestar de su patria también ha sido una idea repitente del nacionalismo blanco cubano. Ellos/as los confundidos no verán el peligro extranjero venir, hay que advertirles, remember 1912 y la Masacre de los Independientes de Color. No obstante, como en el siglo XIX y XX, el peligro extranjero -blanco- sigue siendo relativo, y en ocasiones visto como un mal menor a lo afro-cubano. Quizás por eso hoy no sea motivo de debate convertirte/nombrarte cubano-americano, hispano-cubano, chino-cubano, o cualquier gentilicio blanco-cubano. ¿Será que la amenaza del prefijo a la cubanidad nadie la ve en la inversión o la remesa? ¿será por eso que a nadie le interesa descubrir su familiar afro? -¿para qué? Es un sinsentido-. Entonces deba reconocer que en este debate las (anti)tesis de fondo sigan siendo de origen socio-racial y económico y no exactamente de prefijos.
Ser afrocubano: ¿(anti)tesis de un debate cubano sobre prefijos o sobre origen? A principios de este mes de agosto se le hizo un homenaje a la poeta afrocubana Georgina Herrera por parte de la Cátedra de Afrodescendencias Nelson Mandela, perteneciente al Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas de La Habana y miembro de la Red CLACSO. El homenaje fue cubierto por el medio de prensa habanero Tribuna y salió publicada una noticia con el título "Recibe poetisa afrocubana distinción honorífica Cátedra Mandela" que fue reproducido en el perfil de facebook de dicho periódico. Como se puede todavía leer en este post la utilización del término afrocubana generó disgusto y sorpresa en algunas personas. Una internauta que se identifica como María Polo Vega, periodista y escritora de la Uneac, expone: “(…) ¿desde cuándo se emplea en Cuba el término de afrocubanos? (…) Copiemos lo que enaltezca nunca lo que nos denigre”. Para JLMedina “Esta sencilla deferencia expresa la misma dosis de racismo que se finge ocultar”; en esa lógica Teresa Delgado, redactora asistente del (ex) Icrt, decía tajante que: “Para nada me gusta y lo rechazo, ese término de afrocubanos, todos somos cubanos.” Dejo aquí solo esta pequeña muestra. También se pueden encontrar los argumentos certeros que fueron manejados en vindicación de este término, con el cual la propia Georgina Herrera se reconoce orgullosamente. La periodista Raquel Sierra, autora de la nota, defendió que: “Además de que sentirse afrocubano es un posicionamiento político en la lucha contra del racismo y la discriminación, la Constitución del 2019 lo refrenda Art. 48: Todas las personas tienen derecho a que se les respete su intimidad personal y familiar, su propia imagen y voz, su honor e identidad personal.” En nombre de la Cátedra Nelson Mandela la activista Cimarrona Durban dejó su sentir en una nota fundamentada política y epistémicamente que concluía afirmando: “(…) me siento orgullosamente afrocubana, cubanísima y mujer negra. Desde la Cátedra Mandela estamos y estaremos con la Revolución siempre, construyendo futuros afrodiaspóricos (…)”. Hasta aquí hubo un intento de debate, digo intento porque luego de los argumentos esgrimidos reivindicando el término de afrocubana, ninguna de las personas incomodadas respondió, y sabemos que un debate es la disposición de dos o más partes para intercambiar sobre un tema determinado. No hubo pronunciamientos oficiales del medio, ni tampoco intercambios posteriores con las personas implicadas en el homenaje y con la misma Georgina Herrera en ánimo de aclarar, y aquí yo diría como mis hermanas brasileñas, oscurecer un poco los términos blanqueados y colonizadores. Sin embargo, pasados los días nos deparamos en que Tribuna de La Habana suprimió/censuró el término afrocubana de la nota publicada, y lo que fue un bullicio digital sirvió para ejercer lo que también parece ser el poder de decirnos/decirte cómo debemos identificarnos. Y es que el racismo institucional y estructural no precisa tener razón, basta con echar a andar el andamiaje herrumbroso y enquistado de sus prácticas de poder hegemónicas. De esa forma cavernaria un medio de prensa de carácter provincial impone su línea editorial en la cual parece que no cabe que la gente se identifique de la forma que desee. De paso le hacen muy poco favor a una postura coherente con la importancia política que implica el término afrodescendiente en la lucha contra el racismo, reivindicado en la Declaración Final de la Conferencia de Durban en 2001, donde Fidel Castro representó oficialmente al Estado cubano. Lo que sigue de este texto pudiéramos dedicarlo a contrapuntear con esta actitud de Tribuna de La Habana, que tampoco asumen desde un debate público y abierto en sus tribunas, por lo cual prefiero dedicarme a profundizar en una interpelación educativa y fructífera, cosa que a Tribuna como medio público también le corresponderá hacer en algún momento, que no es censurando como se educa revolucionariamente. Esta discusión entre la pertinencia y/o la oposición entre los términos de Cubano vs. Afrocubano que por momentos se torna dicotómica, no es una discusión menor, aunque se intente en algunos lobbys intelectuales cubanos dejarla como marginal y periférica. Y es que precisamente lo afro-negro, lo afrocubano, lo cubano negro tienen una derivación socio-histórico-ontológico-intelectual carimbada por lo marginal y lo periférico, desde este lugar complejo de reconocimiento me posiciono, miro profundo y contesto. En política lo más importante es lo que no se ve, por eso es vital entender qué corpus de pensamiento engendra una decisión, que no es aislada, de este medio de prensa cubano. Advierto que este texto no agotará todo lo que debemos conversar juntos sobre estos temas, por eso tendremos que regresar una y otra vez; ciencia, conciencia, paciencia, diría Ortiz. Para ello deseo interpelar las que creo principales (anti)tesis que recorren y conflictúan el espectro intelectual cubano en esa negación que lleva a un vía crucis la utilización contemporánea del término afrocubana/o, cuando se plantea que: 1-La utilización del término afrocubano socava el concepto de la cubanidad en su concepción ortiziana más integradora. 2-Es una estrategia discursiva que copia reivindicaciones del movimiento afroamericano en EE.UU, y que asumen movimientos de activismo intelectual y artístico contrapuestos al gobierno cubano con el propósito de dividir a blancos y negros. Una primera mirada a esas dos (anti)tesis revela contradicciones ya observadas en la historia de una Isla que se repite, “(…) ¿qué se repite? Tropismos, series de tropismos, movimientos en una dirección aproximada (…)”, siguiendo a Benítez Rojo . Son dos ideas que como fantasmas desdibujan el Estado/Nación cubano donde el elemento negro/africano y el peligro de una intervención/anexión extranjera dan cuerpo-sustancia, tensionan la identidad nacional, avanzan y retroceden. Desde el imaginario y la teoría más lineal en defensa de una cubanidad libre de prefijos (afro) Cuba como identidad se reduce a un Etnos-Nación. Esta línea teórica predominante en la academia, los informes gubernamentales y la educación cubana, valoriza los diferentes componentes étnicos que integran esa nación pero como ingredientes fundidos en un ajiaco ortiziano ya listo para degustar. Desde esta perspectiva la raza es un término ya superado y la etnia cubana amalgamada es una sola, por lo cual autoidentificarse como afrocubana/o o negra/o podría ser retórico y sinsentido. Se asume como el sumus de la interpretación que hace Ortiz de la conformación nacional y al propio tiempo se aleja de él de forma antidialéctica porque para el sabio cubano : “(…) la cubanidad no está solamente en el resultado sino también en el mismo proceso complejo de su formación, desintegrativo e integrativo, en los elementos sustanciales entrados en su acción, en el ambiente en que se opera y en las vicisitudes de su transcurso. Lo característico de Cuba es que, siendo ajiaco, su pueblo no es un guiso hecho, sino una constante cocedura. (…)” (p. 16) En una lógica ortiziana de contrapunteo diaspórico y transcultural la cubanidad no es guiso hecho. Y aquí hay una respuesta medular a ese intento extremista y falaz de encadenar las identidades, ese infantilismo etnocentrista e infértil de pensarlo todo en la categoría CUBANO, para que la diferencia y el diferente (lo afro, lo negro, lo gay, lo trans, el otro/a) no corrompa un ideal de cultura hegemónica, donde la gente se debe reconocer y Ser como el otro…el otro Próspero, quizás Ariel, nunca Calibán. Quien hasta aquí ha leído debe imaginar por qué insisto en contrapuntear con esta idea, y es porque ella lleva implícita la negación de otras formas de ver y de verse como parte de la Nación, por lo cual ser excluidos/as las afrocubanas/os o cualquier otro/a diferente resulta un ejercicio fácil y eso para mi entraña el verdadero peligro de escisión y desunión para una nación cubana inclusiva y antidiscriminatoria. Por otra parte, el vocablo identitario afrocubana/o tiene una larga data en el imaginario cubano, autores como Tomás Fernández Robaina , Zuleica Romay y Alberto Abreu así lo demuestran. Está presente de forma profusa en la obra de Ortiz, quien lo vulgarizó al escribir Los negros brujos… y lo vindicó sabiamente al impulsar luego la Sociedad de Estudios Afrocubanos. La lista de cubanas/os orgullosamente también afrocubanas/os se hace interminable con Rómulo Lachatañeré, Lydia Cabrera, Natalia Bolívar, Rine Leal, Inés María Martiatu, Daysi Rubiera, Georgina Herrera y tantas y tantos más. Para todas ellas/os no hay origen espurio y extranjerizo en el término de afrocubana/o, aún cuando no puede existir temor y sí un compromiso político mayúsculo en reconocer que las luchas diaspóricas antirracistas de los afrodescendientes se articulan . Dudar de la capacidad de afrocubanas/os, negras/os para tomar las mejores decisiones por el bienestar de su patria también ha sido una idea repitente del nacionalismo blanco cubano. Ellos/as los confundidos no verán el peligro extranjero venir, hay que advertirles, remember 1912 y la Masacre de los Independientes de Color. No obstante, como en el siglo XIX y XX, el peligro extranjero -blanco- sigue siendo relativo, y en ocasiones visto como un mal menor a lo afro-cubano. Quizás por eso hoy no sea motivo de debate convertirte/nombrarte cubano-americano, hispano-cubano, chino-cubano, o cualquier gentilicio blanco-cubano. ¿Será que la amenaza del prefijo a la cubanidad nadie la ve en la inversión o la remesa? ¿será por eso que a nadie le interesa descubrir su familiar afro? -¿para qué? Es un sinsentido-. Entonces deba reconocer que en este debate las (anti)tesis de fondo sigan siendo de origen socio-racial y económico y no exactamente de prefijos.